Hasta siempre compañero Cooper.

Ahora que termina este difícil 2024, vuelvo a hablar de ti aquí. El año en que empecé este blog, aquel lejano 2012, te dediqué mi última entrada del año sabiendo que nunca lo leerías. También te nombré en la entrada de fin de año de 2016, Hallelujah. Compañero Cooper. Mi perro querido. Mi mastín labrador.

Hoy se cumplen dos meses de tu muerte, fue el mismo día en que debía terminar mi baja por cáncer. Te acaricié la frente y te miré a los ojos mientras el veterinario te ponía la inyección que acabaría con tu vida, tras cuatro días de dolor, sin comer y con una tumoración enorme en el pecho. La radiografía era demasiado elocuente. No había nada que hacer, dijeron. O si, si había algo: elegir como sería tu muerte, que calculaban llegaría como mucho en uno o dos días, con más dolor y asfixia si no te poníamos un fin antes. Tuve que decidir y lo hice. No me sentí preparada para elegir el momento de tu muerte, pero no me he arrepentido. Estabas sufriendo. Eutanasia, qué palabra.

Me tumbé en el suelo contigo, te miré a los ojos y te acaricié la frente mientras llorando te musitaba palabras de amor. En algún momento sentí que ya no estabas y que la muerte sólo era eso: puro amor. Desde entonces siento que de alguna manera extraña y bonita estás en mí.

¿Cómo se vela un perro muerto? Me lo pregunté cuando regresamos a casa con tu cuerpo en el maletero. Hubiera pasado la noche abrazada a ti, como tantas otras veces. Qué suerte haberte podido enterrar con nuestras propias manos, en el pueblo, bajo un castaño, cerca de la oca y las gallinas que tanto te divertía espantar. Qué extraño placer ahora tocar la tierra que te cubre y acariciar las lombrices que de ti se nutren. Qué belleza las hojas de otoño cayendo sobre tu tumba.

Es difícil este duelo. Darle espacio, permitírmelo, nombrarlo. Yo misma no lo hubiera entendido antes de tenerte en mi vida, no sabía lo que era amar un a perro. Pero hace ya algún tiempo que, conforme ibas envejeciendo, la perspectiva de que murieras me daba tanto miedo que no era capaz de nombrarla, como si por ello no fuera a llegar. Intuía que seguir viviendo sin ti me iba a costar.

Me has hecho mejor persona. Antes de ti yo era tímida y algo antipática, me costaban infinito las conversaciones triviales y saludar a los desconocidos. Me enseñaste a salir a la calle y hablar con todo el mundo. Eras un facilitador incansable de sonrisas y conversaciones fluidas. Tan encantador y atractivo como bueno, mucha gente sonreía sólo con percibir tu presencia. Tan grande como bello. Con tu alma de niño, qué gozada tu afición por estar siempre en medio de ellos y qué bonita su mirada sobre ti.

Contigo me asilvestré. No sé si dice así, igual debería decir: tú me asilvestraste. Empecé a salir contigo al monte en medio de una profunda crisis laboral. Me sentía segura, íbamos los dos por el bosque o a la nieve y yo sentía que nada malo podía pasarme contigo. Han sido casi trece años de paseos y caminatas infinitas, de sentarnos a contemplar montañas y lunas, de buscar juntos arroyos y ríos, tu para calmar tu sed de perro nórdico, yo para bañarme. En tu compañía fui siendo cada vez más capaz de percibir la vida en todas sus formas, desde los insectos hasta las rapaces, qué risa cuando te daba por ladrar a los buitres…Terminamos viviendo en el campo tú y yo, en medio de una dehesa frente a las montañas: el asilvestramiento fue tan definitivo como irreversible.

Perro duelo. Yo duelo. Mi ser duele. Como si me faltara mi sombra. Me falta la alegría de nuestros reencuentros, tu capacidad para leerme la mente y el ánimo, tus ganas de seguirme a todas partes, tan incondicional tu amor como indudable. Me falta tu vida y tu compañía, me faltas en medio de la noche a los pies de mi cama, me falta siempre tu tierna mirada. Me gustaba más yo contigo que yo sola. A ratos me escondo para llorar tu ausencia, a veces las lágrimas llegan súbita e inesperadamente, pero no me importa. Cuando una está en duelo percibe más la tristeza, pero también la belleza, como si al resquebrajarse la mirada pudiera entrar más luz. Aceptar esta pena es también celebrar tu vida, la gratitud infinita por todo lo compartido.

Compañero Cooper. Este 2024 ha sido difícil pero no quiero quejarme. Nada que ver como lo empecé con cómo lo acabo. A ratos siento como si me hubieran caído encima diez años. Pero también ha sido un año hermoso, de recibir cariño a raudales, de reencuentros con amigas de la infancia, de huerta y campo, muchísimo campo. De sentirme querida por mucha gente y bendecida por la vida. He leído muchísimo, como siempre busqué refugio y ayuda en los libros y encontré uno precioso, inmenso, que me ha ayudado muchísimo. “Su olor después de la lluvia” de Cedric Sapin-Défour. El relato y elegía de la preciosa vida de Ubac, un boyero de Berna. ¡Me he sentido tan identificada con su autor! Magistral su relato, qué bien describe la vida con perro y el duelo que sigue.

“En la naturaleza, donde vivíamos sin separarnos de ella, te veré en los rasgos de otro, en el ladrido de un cachorro nacido a mediados de julio, en el sobrevuelo del águila o los crujidos de un alerce. Tu espíritu estará allí, tu fuerza también.»

“Vivir feliz como tú, cada día, no ser el que tú no habrías querido que fuera yo, este individuo obstinadamente taciturno desde julio, no convertir tu muerte (porque así sabre llamarla) en un fin en si mismo, sino verte pasar, tan importante que te quedarás para siempre son los mantras que poco a poco cobrarán vida en mí, hasta crear el órgano para mejorar…”

“Habías nacido para el amor, un amor sutil, ni ciego ni cautivo, y me injertaste bajo la piel un nosequé eléctrico que estimula el corazón y lo vigila. Te he visto vivir y tu percepción del mundo se ha difundido hasta mí. …Tu me demostraste que hay que atreverse al amor, al amor atmosférico, al amor brillante, siempre, no titubear, no esperar algo a cambio ni ceder a la idea de que da menos de lo que cuesta.”

Gracias a Alberto, Ana y María tus veterinarios en Madrid y a Daniel, en Medina de Pomar. Vuestra sensibilidad y cuidados nos han ayudado muchísimo.

Hasta siempre Cooper. Bienvenido 2025. Feliz año a todos.

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11 comentarios en “Hasta siempre compañero Cooper.”

  1. Mientras desayuno para ir a trabajar,lloro leyéndote…2 años sin Lagun y 6 meses sin Bizkor. Difícil de compartir el vacío que siento,se llevaron parte de mí. Vinieron en un momento difícil de mi vida,la llenaron y sin darme cuenta…se los ha llevado,supongo que para hacer feliz a otra persona…
    A Zur, una border collie que rescate de una huerta, le ha costando hacerme ver que ahora es ella mi compañera de viaje.
    Gracias Ibone por este compartir,por poner palabras de duelo a estos grandes amigos,compañeros del alma.

  2. Querida Ibone, simplemente un abrazo. Cuando el animal que nos acompaña en la vida muere, y más cuando hemos tenido que elegir el momento de su muerte, el sentimiento de pérdida puede ser difícil de comprender para aquellas personas que nunca han tenido un animal en su vida. Siento que Cooper y tu habéis tenido la fortuna de acompañaros en la vida. Y de algún modo seguro que su presencia te seguirá acompañando.

  3. Qué preciosas palabras,Ibone, graciaspor ellas. Son de lo mejor de la vida y saberlo expresar así es maravilloso. Un abrazo desde Loporzano.

  4. estimada Ibone este año ha sido dificil por perder amigos, uno mio, humano, pero bueno, sé lo que sientes por perder a un miembro de la familia de otra especie. Sólo pido a Dios que así podamos pasar el duelo de vivir, porque morir o sentir la muerte es trascendental y por eso nacer, nos encanta tanto. Que nazca un 2025 lleno de bendiciones en cada corazón. Abrazos desde Colombia, Bibiana

  5. Maria Andrea Bonilla

    Ibone este texto no se lee sin llorar. Exprésate uno de los mayores temores de mi vida con mi perro de casi 11 años, sintiéndome inadecuada de imaginarme en cuando él deje de ser mi sombra.
    Me queda el disfrutar lo que nos falta juntos y volver a este texto cuando lo sienta necesario.

  6. Y qué afortunada tenerle ahora en tu tierrecita. En Madrid no se puede hacer y me da mucha rabia sólo de pensarlo. Yo me quedaré con sus cenizas o saber qué haremos. No lo quiero ni pensar. Un abrazo.

  7. Lo siento mucho Ibone. Cuánto nos enseñan los peludos. Qué texto tan precioso, qué hondo llega. Mis gatos también son viejetes. Cada nuevo verano con ellos es un regalo. El macho ha perdido peso y noto que también está perdiendo visión, pero yo seguiré cuidándoles hasta que me digan basta. Con mi hijo hago un pequeño y particular Altar de Muertos. Es tradición familiar visitar el Altar de Muertos de Casa-Chile cada año. Sólo conoce a sus abuelos, bisabuelos y a mi primer y único perro por fotos y velas. Pero me dice: «un día pondremos la foto de Viola y Cósimo, yo siempre los querré». Los niños y los animales lo entienden todo. Los adultos estamos reaprendiendo. Un abrazo y feliz 2025.

  8. Ibone, qué hermoso texto! Me ha llegado y me ha penetrado en la piel todo lo que has descrito de tu camino con Cooper.
    Me quedo con estas palabras: “…que la muerte era solo eso: puro amor”.
    Celebro lo que has podido vivir con él.
    Un abrazo!

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