El domingo 2 de julio por la mañana volé de Madrid a Oporto. Luego cogí un metro al centro de la ciudad, visité la catedral, me compré la credencial de peregrina y, tras callejear un buen rato por el casco histórico, comencé a caminar dirección a Santiago de Compostela. Inicié así mi camino portugués por la costa, andando diez kilómetros hasta Matosinhos donde pasé la primera noche. El miércoles 12 entré andando en Santiago, tras caminar unos 230 km en diez días y hacer en coche unos 50 (me salté el tramo que va desde la entrada a Vigo hasta la entrada a Pontevedra, unas dos etapas).
Fue muy bonito. Una semana después sigo saboreando imágenes, recuerdos y sensaciones. Me gusta compartir mi camino, tengo la impresión de que así devuelvo parte de lo que recibo y animo a otros a caminar o a iniciar su camino. La verdad es que me siento peregrina. Ya sólo la alegría que me entra cuando decido iniciar camino es enorme. Esta vez fue más o menos un mes antes, cuando decidí que – si todo iba bien- a primeros de julio echaría a andar desde Oporto. Llegué muy cansada al inicio de este camino, así que no tenía nada claro si lo haría entero o solo en parte. Ese era en parte mi trabajo en esta ocasión: escuchar mi cuerpo y hacerle caso. Descansar o parar si hacía falta. O renunciar si no era el momento.
Me ha encantado y me ha sentado de maravilla. Soy muy feliz en el camino. Me levanto al amanecer contenta y feliz, incluso si he dormido mal en los albergues. Salgo contenta, como una cría con zapatos nuevos, pensando “a ver que aventuras y sorpresas me depara el día de hoy”. Y si, en el camino, cada día me parece extraordinario. O, como dice un amigo, cada día es bien vivido. Bien y plenamente vivido. Hay algo ahí, en la intensidad con que se vive cada instante, que para mi es precioso. Lo bien que me sabe una lata de bacalao con garbanzos, el alivio que produce sentarse, lo mucho que disfruto cada baño, la complicidad que se desprende de cada conversación con otros peregrinos, el pasar la mayor parte del día a la intemperie, el descubrir lugares, el llegar caminando a los sitios, el tener tiempo, por fin, para mirar con detenimiento algunas cuestiones muy íntimas, la belleza de muchos lugares, el cansancio físico que te hace sentir vulnerable y fuerte al mismo tiempo…y lo simple y sencillo que resulta vivir cuando caminas veintitantos kilómetros cada día y duermes en una litera en una habitación con otros diez o quince como tu. Por cierto, hablemos de las literas: los albergues no tienen nada que ver con lo que vi hace dos años en el camino francés. Aquí la mayoría son modernos, te ofrecen unas camas estupendas con bastante intimidad y todo lo que puedas necesitar, es fácil dormir muy bien…Pero a la vez, un poco desolador que en algunos albergues no te reciba nadie, te mandan el código de acceso por wasap y te sientes atendida por robots…Es raro.
El camino portugués es sencillo, muy llano, y muy bonito: infinidad de tramos por pasarelas junto al mar, entre las dunas y llegando a pequeños pueblos donde encima se come fenomenal. Se cruza el Miño en lancha y se sigue por la costa gallega, muy distinta de la portuguesa, mas abrupta y rocosa pero igualmente espectacular.
Llegar a Santiago tras diez días caminando me emocionó mucho nuevamente. Distinto de cuando hice el camino francés hace dos años, pero igualmente especial y en cierto sentido trascendental. Hay mucho ahí: logro, cansancio, entrega, espiritualidad, cierre y final…
En fin, os dejo un resumen de las etapas que hice y los enlaces al diario que fui publicando en Instagram y os recomiendo la web de Gronze, que a mi me ha resultado sumamente útil.
Gracias y ¡buen camino!
2 de julio: Oporto – Matosinhos
3 de julio: Matosinhos- Póvoa de Varzim
4 de julio: Póvoa de Varzim- Marinhas
5 de julio: Marinhas- Viana do Castelo
6 de julio: Viana do Castelo- Carreço
7 de julio: Carreço- A Guarda
8 de julio: A Guarda- Porto Mougás
9 de Julio: Porto Mougás- A Ramallosa + en coche hasta Pontevedra
10 de julio: Pontevedra- Caldas do Reis
11 de julio: Caldas do Reis – Raíces
12 de julio: Raíces- Santiago
2 comentarios en “Mi camino portugués a Santiago”
Q chulada. Yo hice el camino francés en bicicleta. Y me encantó. Es mágico…..es difícil describir la complicidad q se crea con el camino, aunque se relacione uno con personas distintas cada día.
Mil gracias por tu relato….
Felicitaciones por tus logros, Ibone. Y gracias por compartirnos tu itinerario. Vivo lejos, en Veracruz, Mexico, pero espero algún día poder acercarme y tener la energía para hacerlo‼️