Este fin de semana he ido a ver Yuli, la nueva película de Icíar Bollaín con guión de Paul Laverty. Es intensa, bella, muy potente. Me ha gustado y emocionado a partes iguales. Se podría decir que es una película sobre la vida del bailarín Carlos Acosta, sobre como es crecer y vivir en Cuba, sobre la danza o sobre la emigración…Hay muchos temas pero a mi me ha parecido que sobre todo es una película sobre la paternidad.
Yuli se centra en la relación entre ese padre que ve el talento de su hijo pequeño para la danza y el niño que, como todos los niños y niñas necesita, por encima de todo, sentirse querido y escuchado. El padre se obsesiona con que el niño aproveche su talento para llegar lo más lejos posible y ahí, bajo el «yo sólo quiero lo mejor para mi hijo» encarniza el maltrato. La película lanza unas preguntas durísimas de difícil respuesta. ¿Hasta dónde es legítimo obligar a un hijo o hija a estudiar o aprender algo sólo porque se le da muy bien?¿Sé puede obligar a alguien a renunciar a su infancia? ¿Cuántos se han roto en caminos similares? ¿Se puede sanar a través del arte todo ese dolor?
La historia de la hermana de Yuli, que termina con una grave enfermedad mental, queda en muy segundo plano y, sin embargo, me parece que encierra algunas respuestas muy valiosas desde su mutismo.
En fin, no quiero hacer un spoiler, así que os recomiendo que la veais en pantalla grande y comenteis aquí. Os dejo el trailer.