Escribo estas líneas desde la provincia de Última Esperanza, en la Patagonia chilena. No sé cómo empezar a contar lo que he vivido en esta semana que llevo en Chile, pero seguramente sea buena idea hacerlo por ahí, hablando de la esperanza. Aunque la situación que se ha vivido aquí desde mediados de octubre ha sido muy grave en muchos sentidos, hablando con la gente chilena lo que más he sentido ha sido eso, mucha esperanza. En cada debate, en cada conversación, aquí andan pensando en cómo construir un país y una democracia más justos. La palabra que más se repite es DIGNIDAD, con mayúsculas. Hablan y piensan en cómo equilibrar, cómo convivir, como lograr…La crisis ha removido mucho en cada familia. Los traumas transgeneracionales se han activado: el miedo de los que vivieron la dictadura al encontrarse nuevamente el toque de queda, el shock de las más jóvenes al ver los tanques en la calle…En algunos hogares se han dado conversaciones que llevaban décadas esperando. Toda esa reactivación del trauma, pese al miedo, supone también toda una oportunidad para sanarlo. Psicólogos y psiquiatras se movilizaron rápidamente para ofrecer atención gratuita en plena crisis. Muchos se han encontrado escuchando en el mismo día a personas de ideologías opuestas y con análisis radicalmente diferentes de lo que se estaba viviendo. Esa escucha terapéutica que han ofrecido los psicoterapeutas probablemente esté contribuyendo ya a una sanación colectiva y muy social, de la que seguramente podamos aprender mucho en otros países.
A la vez, las mujeres andan buscando cómo hacer de esta una revolucion feminista. No es casual que en medio de todo esto haya surgido el potente cántico de #LasTesis «El violador eres tú», un himno sanador para todas las mujeres que alguna vez sufrimos cualquier tipo de abuso. Esperanzador también para todas las personas que soñamos con el final del patriarcado ver con que rapidez se ha viralizado.
Los profesionales de la salud mental también cuentan que parte de su preocupación es por los jóvenes que han participado con mayor violencia en las revueltas ya que, al parecer, muchos vienen del sistema de protección de menores, mostrando así los enormes fallos de dicho sistema donde el maltrato a los niños y chavales debe de ser más que frecuente.
De eso hemos estado hablando en los cursos y encuentros en los que he participado: en como es la atención a los bebés y las gestantes, a la infancia, en todo lo que queda por hacer y mejorar…Pero, insisto, me ha impresionado todo lo que ya se está haciendo en Chile en este ámbito. Hay muchas psicólogas y psiquiatras perinatales muy bien formados ejerciendo tanto en la pública como en la privada. Mucha sensibilidad y muchas profesionales que tienen una mirada feminista que siguen construyendo en círculos de mujeres y madres.
Los encuentros han sido intensos…Seguramente por todo lo que han vivido las últimas semanas, han estado cargados de emoción y, a veces, llanto. He recibido montañas de abrazos y relatos; me han hecho regalos preciosos, como esta maravilla que hizo una joven matrona para explicar a las embarazadas que significa y como se mide la dilatación del cérvix en el trabajo de parto.
El evento festivo para celebrar el quinto aniversario del Observatorio de violencia Obstétrica de Chile se celebró en un pequeño teatro a apenas dos manzanas del Palacio de la Moneda (imposible pasar por allí sin recordar a Salvador Allende). Pasaron cosas tan inéditas y potentes como que una ginecóloga pidiera perdón públicamente por la violencia obstétrica. Terminamos bailando «El cesareador eres tú», versión violencia obstétrica del himno de LasTesis parido por el OVO chileno para visibilizar los abusos que aún se producen en tantísimos partos y que también dejan a muchas madres pensando que encima la culpa fue de ellas. A este evento y a la jornada han viajado profesionales desde otros países de latinoamérica, muy sensibilizados hacia todos estos temas, bonito recibir a matronas y obstetras llegados de Perú, Colombia, Paraguay, México…
Ahora, desde este lugar remoto, rodeada de una naturaleza espléndida descanso y pienso que realmente lo que estamos haciendo colectivamente es cuidar(nos) y sanar(nos) a las madres, y me parece una etapa imprescindible para acabar con el patriarcado que tanto daño ha hecho y sigue haciendo. Con gusto, y como aprendimos de Emma Goldman, bailando, es decir, cuidando y cuidandonos mientras caminamos, porque, como dijo la compañera Soledad Ramírez al acabar su clase: «Invertir en salud mental materna…¡hasta que el placer se haga costumbre!» Tal vez la solucion se esté gestando ya en Chile.
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Esperanza… Para seguir, para construir, para cambiar… Creo, y sigo creyendo cada día, que SI SE PUEDE… Sí se puede vivir desde el placer y el cuidado… Y ésa será la revolución feminista… En ello confío y para ello lucho. Gracias por tu Esperanza, Ibone, gracias por SER y por ESTAR…