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En el Día contra la Violencia de Género me he llevado una enorme alegría al descubrir esta iniciativa de hombres canadienses: «Camina una milla en sus zapatos». Estos tipos estupendos pretenden sensibilizar sobre la violencia de género: cuales son las graves causas, sus consecuencias y remedios. Para ello organizan marchas de una milla en la que ellos se ponen los taconazos, con la idea de que así serán más capaces de ponerse en el lugar de las mujeres y comprender hasta que punto también el sexismo está en la ropa o calzado. Claro que antes explican bien las «instrucciones para caminar con tacones» . Qué bien han elegido el símbolo. Cuanto sexismo se esconde tras esos taconazos que tantas mujeres se calzan cada día.
Ya era hora. Yo siento tristeza cada vez que veo a una mujer caminar malamente con taconazos, o escaparates llenos de verdaderos zancos. Subidas a ellos las mujeres nos colocamos en una posición de absoluta vulnerabilidad: no podemos salir corriendo, ni saltar, ni subir a un árbol, ni caminar durante horas y horas. Por muy cómoda que me diga la mujer que va en esos tacones nunca me lo creo: a ver quien es la que no se los quita nada más llegar a casa, o incluso en el ascensor o en la calle. Si fueran tan cómodos, ¿porqué ellos no se los ponen? Por cierto ¿porqué las novias parecen estar especialmente obligadas a llevarlos?
Además de los riesgos físicos de llevar tacones están los psíquicos: los tacones nos alejan de la tierra. Nuestra voz no puede salir igual. Perdemos conexión y sensibilidad, y la autoestima que algunas sienten sube con los tacones es en mi opinión una falacia, algo parecido pero mucho más débil que el verdadero poderío que todas tenemos pero que a menudo ni siquiera hemos descubierto. Un sucedáneo.
Gracias a Tegala por esta imagen. Pongamos nuestros pies en la tierra, y si puede ser descalzas en la hierba mejor aún. Pensemos en cuanto de lo que nos ponemos o calzamos es fruto del sexismo y del patriarcado en el que vivimos. Y a los hombres: poneros en nuestro lugar. Imaginados por un rato, por un día, lo que se siente cuando ves la prensa tan sexista por ejemplo. Calzaros nuestros zapatos, probad a ver como se ve el mundo desde ahí.
13 comentarios en “Los pies en la tierra”
Me encanto tu articulo, muy cierto, nos vuelnen vulnerables, no hay como tener Los pies en la tierra, y poder ser nosotras mismas, sin mascaras. Me encantaria que me enviaras tu pagina, te encontre por casualidad por alguien que pego en el Facebook el articulo titulado «el cuerpo de las mujeres».
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Exacto, ponerse literalmente en los zapatos de otro, puede mover actitudes…
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Uff, qué bueno. Yo creía que me hacían sentir mejor, ver la vida desde un poco más arriba. Hace años que los he abandonado, en principio para poder correr tras de mi hijo y después por convicción y ostras!!! he crecido!!!
Hermosa publicación Ibone. Yo no puedo usar tacones, me caigo, mi mamá tampoco los usa. Si acaso esos anchos y muy bajitos, de vez en cuando, pero no me gustan. Me encanta caminar descalza sobre la hierba. Desde mi embarazo y después que nació mi bebé pensé que tenía el pretexto perfecto para excentarme del uso de tacones, primero la panza y luego qué mayor peligro que traer a un bebé cargando con semejantes zancos. Hace unos meses me encontré a mi suegra en el centro comercial, le dije que iba a comprar zapatos para una boda (quería de esos de tela, muy planitos, con un moño), me dijo que para esos eventos lo «correcto» era usar zapatos de tacón, que llevara ambos, y me cambiara después. Le argumenté la comodidad, ella me dijo que si prefería ir cómoda a vestirme de forma adecuada, le contesté que sí. Me molestó el comentario pero ahora me pongo a analizar cuántas ideas de ese tipo tenemos introyectadas, de lo que «está bien» o «está mal» que una mujer diga, piense, use, coma, haga…Cuánta reflexión necesitamos todos los días para tratar de entender los motivos… Yo tampoco le perforé las orejas a mi hijita, no quería que una de sus primeras experiencias de vida fuera de dolor, y por algo tan absurdo como «a todas las niñas recién nacidas les perforan las orejas». Hay quien incluso argumenta «que no les duele». Aaah, y me fui con mis zapatos de piso a la boda, a la salida de la iglesia nos pescó una lluvia fuerte, con mucho viento. Yo salí corriendo con mi niña metida en el fular mientras quien llevaba los adecuados tacones pasó apuros por el piso de barro desgastado, peligroso… Me encanta lo que escribes Ibone, muchas gracias por hacernos reflexionar.
Hace sólo unos días que estuve hablando del uso de los tacones. Qué casualidad que esta entrada hable justo de eso. Mi madre me aconsejó que usara tacones de 3cm porque supuestamente serán más saludables para mí que ir plana siempre. Me he puesto a buscar, sin éxito, referencias serias porque hay traumatólogos que realmente lo recomiendan, y no sé por qué. ¿Sabe alguien si hay evidencia?
Si fuera bueno naceríamos con ellos 😉
Yo digo que al que le gusten los tacones, que se los ponga él.
Gracias, excelente entrada.
Me parece perfecto tu artículo. No comprendo que los tacones sigan estando tan extendidos y, para colmo, más altos que nunca. Muy simbólico…
Me ha encantado tu entrada. Otro símbolo sexista que me parece que en esta sociedad es algo obligatorio es agujerear a las niñas las orejas nada más nacer para ponerles pendientes. ¿Por qué? ¿Qué se esconde tras ese gesto? Se hace de manera autómatica, pero no se piensa que violamos la libertad de elección de las mujeres, que los pendientes son un objeto decorativo con la función de atraer al sexo opuesto o ser «más femeninas». Me parece bien que quien quiera los lleve, yo llevo, pero no por imposición desde que naces, sino porque lo eliges cuando tienes madurez suficiente para ellos (puede ser 8, o 18 años)
Si, totalmente de acuerdo. Agradezco a mis padres que no me perforaran mis orejas siendo yo bebé, fui yo quien lo pidió con 8 o 9 años…Y tampoco perforé los de mi hija.
Me espantan, los agujeros en las orejas en los bebés niña. Me parece que es como mutilar a un bebé de sexo femenino con finalidad estética.
La sensación de libertad y desnudez de llevar los pies descalzos.
Carla
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