Nunca fue candidato al premio Nobel de Medicina pero yo soñé muchas veces con que se lo dieran. La aportación de Michel Odent a la salud de la humanidad ha sido inmensa. Más que por sus descubrimientos, por ser pionero en hacernos repensar la atención al parto y nacimiento desde lugares inéditos, planteando hipótesis y cuestiones fundamentales.
Recuerdo nítidamente la primera vez que le escuché allá por el 97 en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Yo no sabía quien era pero ese día estaba de guardia y mis queridas amigas de Via Láctea me recomendaron que pasara a escucharle así, que entré y me senté al fondo del aula discretamente deseando que no sonara el busca. Describió la fisiología del parto en una clase magistral, no me llamaron y terminé llorando. De golpe entendí lo que era un parto, me di cuenta de que en toda la carrera de medicina no me lo habían explicado y comprendí que mi primer parto, apenas un año antes, nos había sido robado. Al acabar le hice la misma pregunta que me han hecho luego a mi miles de madres: ¿qué consecuencias tendrá para mi hijo el que su nacimiento fuera por cesárea urgente? El me tranquilizó y me animó, haciéndome ver que a nivel individual las repercusiones son más fáciles de reparar. El problema el lo veía sobre todo a nivel global, cuando una mayoría de bebés nazcan así y los más vulnerables no tengan oportunidad de reparación.
Más allá de lo que me supuso a nivel personal como madre, creo que está el impacto que Odent tuvo en mi como médica. Me hizo comprender que el parto era dirigido por el cerebro maternal, que apagaba o encendía algunos circuitos a lo largo del proceso, y que había toda una conducta fisiológica en el parto y, por lo tanto, también una psicología del parto fisiológico. Su pensamiento me llevó a investigar los efectos de la oxitocina exógena primero, de las alteraciones neurobiológicas perinatales después y de la psicología del parto más tarde.
Para mí la genialidad de Michel Odent residía sobre todo en su capacidad de plantear hipótesis. Algunas ya están confirmadas, otras se han podido desechar. Su hipótesis más brillante para mí es la que establece la conexión entre el nacimiento y la capacidad de amar. En este sentido fue un absoluto visionario. Argumentó su hipótesis partiendo de sus observaciones clínicas como obstetra atendiendo montañas de partos en Pithiviers y sumando su mente científica capaz de atreverse a vincular e integrar datos y observaciones de lugares tan diversos como la biblia o los tratados médicos. Así, por ejemplo, le dedicó atención a pensar porqué conocemos tantos detalles del nacimiento de Jesús (parto rodeado de mamíferos de quien se dice vino a traer el más grande mensaje de amor). Fue de los primeros en pensar el autismo como una desregulación del sistema oxitocinérgico y preguntarse si el aumento de incidencia guardaría relación con el uso de oxitocinergico sintética o con la forma de nacimiento.
Pensó también en temas tan relevantes y polémicos como el papel de los padres en el parto o los requisitos que tendría que haber para acceder a la formación de matrona. Algunas de sus ideas han sido muy polémicas y criticadas pero creo que eso demuestra parte de su grandeza al ser capaz de aportar pensamiento crítico a temas tan delicados y hacerse algunas preguntas tan necesarias y para las que probablemente aún no tengamos respuesta.
Odent nos ayudó a pensar el nacimiento en términos sociales y colectivos, a visualizar como será una sociedad donde la mayoría de sus miembros hayan nacido por cesárea o a profundizar en la relación entre nacimiento traumático y conducta violenta. Su muerte me ha encontrado releyendo “La cientificación del amor”, uno de mis libros favoritos. Sigo reflexionando sobre todo lo que dijo sobre la capacidad de amar.
Aún fue más allá al relacionar el posible impacto en la capacidad de amar con la relación con el medio ambiente y la naturaleza. En «El obstetra y el granjero» ofrece una descripción magistral de las tremendas similitudes entre la agricultura industrial y la atención al parto y nacimiento. Un paralelismo que se incrementa en el campo de la reproducción asistida y la triste explotación reproductiva. Ese libro tendría que ser clave para el movimiento ecofeminista.
Sus artículos y cartas científicas llevan títulos tan deliciosos como La función de la alegría en el embarazo o El instinto maternal: recuperar la alegría en los cuidados neonatales. Fue también de los primeros en implementar esa mirada perinatal consistente en el ver el mundo desde esa perspectiva: Si yo fuera el bebé: cuestionando el uso masivo de la oxitocina sintética.
Su generosidad, cordialidad y agradable presencia también facilitaron el impacto de su trabajo que difundió incansablemente viajando por medio mundo.
Gratitud infinita. Seguiremos leyéndote y difundiendo tu legado. Celebrando tu obra y tu vida, DEP Michel Odent.