Hasta siempre compañero Cooper.
Hoy se cumplen dos meses de tu muerte, fue el mismo día en que debía terminar mi baja por cáncer. Te acaricié la frente y te miré a los ojos mientras el veterinario te ponía la inyección que acabaría con tu vida, tras cuatro días de dolor, sin comer y con una tumoración enorme en el pecho. La radiografía era demasiado elocuente. No había nada que hacer, dijeron. O si, si había algo: elegir como sería tu muerte, que calculaban llegaría como mucho en uno o dos días, con más dolor y asfixia si no te poníamos un fin antes. Tuve que decidir y lo hice. No me sentí preparada para elegir el momento de tu muerte, pero no me he arrepentido. Estabas sufriendo.