La gasolinera en espejo a los dos lados de la carretera. En el lado del campamento han cerrado los tanques y ya no sirven gasolina pero mantienen la cafetería y restaurante y los baños están siempre limpios. Es la manera que tienen los griegos de cuidar a los refugiados.
Por todo las tiendas y carpas. Las de ACNUR, las del decathlon y las de palos y mantas. Tienen que hacerse la comida así que van quemando plásticos y cartones junto con leña que cada día recogen más lejos. A ratos el olor a plástico quemado es asfixiante. Los tropecientos niños y niñas juegan a sus anchas. Hoy se manifestaban «open the borders, open the borders!»
Tenemos dos carpas: una para lavar a los bebés y otra para la consulta de lactancia y alimentación. Hoy he pasado la mayor parte de la mañana ayudando a bañar bebés. Las madres agradecen el espacio cálido. Frotan a su hijos con más jabón que agua casi y cierta insistencia, como si con el lavado se pudieran borrar las huellas del viaje heroico.
Los bebés preciosos responden en cuanto ven que les hablas con una alegría inédita. Algunos vienen medio enfermos o con hernias y malformaciones que necesitarán seguimiento y tal vez cirugía. Las madres siempre agradecen y a veces cuentan.
La consulta de lactancia es más delicada. Hay una madre de seis hijos con un bebé que llegó muy desnutrido a pesar de la lactancia exclusiva. He optado por darle masajes dos veces al día a ella en el cuello y hombros y por su sonrisa sé que le está sirviendo.
A última hora de la tarde llega una madre muy joven, apenas 20 años, recién cesareada. No sabe porque se la hicieron, a todas las sirias se las hacen. Le duele todo y nadie le ha vuelto a ver desde que salió del hospital. Hacemos lo que podemos. Mañana habrá que pensar en un protocolo para acompañar, y luego denunciar y prevenir tantas inne-cesáreas.
La vida en la gasolinera transcurre lentamente. Nadie sabe que va a pasar, aunque cada vez se instala más la certeza de la decepción, las fronteras no se abrirán, tendrán que regresar o irse a los campamentos militares, o serán expulsados. Tanto viaje para esto. Los de Homs, los de Alepo, los que han perdido tanto allí y en el camino.
Voy a ponerme a estudiar árabe.
Ma Salama
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Pingback: Nurture Project: un año con las madres refugiadas | Ibone Olza
que aventuras del amor tan inspiradoras, desde mi corazón te apoyo y te admiro
Ibone, gracias por estar ahí, y por compartir tus sentires. Gracias por hacernos llegar tantas verdades. Abrazo enorme!!!
madre mía….se me rompe el alma tantas veces….hace más de un mes que no pego ojo y no es por los despertares continuos de Alexandra. Tengo pesadillas donde veo a todos esos niños en el agua y a los que salieron con ojos de adultos…mucha pena y dolor de corazón. Eres una valiente, ojalá lo fuese yo para dejar a las niñas aquí y venirme contigo.
GRACIAS
Eres una lección para tod@s. Entre tanta nube europea algun rayo de sol se cuela.
Gracias Ibone por la esperanza
Solo puedo decir GRACIAS. Por ir, por contar lo que se vive allí…el resto de palabras las tengo atragantadas en la garganta.
Uff! Esti, expresas así mismo mi sentir….
Cariños Ibone!! Abrazos abrazos abrazos <3