Fin de curso. Para mi este año fin de curso de narrativa online impartido por Isabel Cañelles. Toca evaluar, o al menos yo me evalúo. Secuelas de tantos años de educación reglada.
De octubre a junio, cada dos semanas he escrito un relato breve siguiendo las propuestas de Isabel. Si las entregas eran los martes a las 23 horas, la mitad de los relatos los he escrito los martes a las 21horas: otra secuela creo de tantos años de formación reglada, y es que parece que todavía necesito la presión de la fecha límite. Pese a ello me doy un aprobado, un cinco pelado: al menos he hecho todas las tareas. Estoy contenta. Hacer el curso ha significado crear un espacio para la ficción en mi día a día. Recuperar el gusto por la literatura, leer muchos relatos, desde autores clásicos propuestos por la profesora hasta los de los otros alumnos. Conocer a unos compañeros de curso e ir apreciéndolos poco a poco hasta cogerles franco cariño. Verme tan reflejada en ellos, ha sido gracioso ver como uno tras otro ibamos cayendo en las típicas -supongo- crisis de los aprendices de escritores. Desde pensar y decir «me he dado cuenta de que yo no valgo para escribir» hasta el bloqueo de la página en blanco. ¿Qué contar?¿Porqué y para qué escribir?
Ha sido bonito: en el camino he aprendido también sobre mi misma y la necesidad que tengo de sacar algunas historias y personajes que bullen en mi cabeza. Me gusta mucho nuestra maestra, y no creo que sea peloteo. Isa nos ha ido ayudando a pensar en el lector, a ver la distancia enorme que hay veces entre lo que pensamos que hemos dicho y lo que se lee. A ir adquiriendo algunas herramientas muy básicas pero para mi desconocidas. Me gusta como enseña y corrige Isa, con su espíritu budista creo que es experta en criticar sin herir y en acompañar el proceso creativo de cada uno desde el respeto. Algo mucho más difícil de lo que parece, opino.
Final de curso: presentación de los trabajos de los alumnos. En este caso un librito : Luces de papel, que recoge un relato breve de cada uno-a. Y el nacimiento del nuevo proyecto de Isabel Cañelles: RELEE, Red Libre de Escritura y Edición. Precioso proyecto colectivo que os animo a conocer.
Os dejo uno de los relatos que escribí durante el curso, un pequeño ejercicio titulado «La primavera nudista» que ahora me parece bastante fresquito.
¡Feliz verano!
LA PRIMAVERA NUDISTA
Creo que mi padre nunca planeó ser un revolucionario, mucho menos un nudista famoso. Jamás salía desnudo del baño tras la ducha igual que tampoco levantaba la voz en las cenas navideñas cuando sus cuñados más conservadores criticaban encendidamente a los jóvenes políticos que por aquella época prometían acabar con la corrupción y que él secretamente admiraba. Era callado y bastante gruñón cuando le interrumpíamos sin aviso. Pasaba la mayor parte del tiempo libre en su despacho estudiando medicina y cuando su trabajo como jefe del servicio de urgencias despertaba el interés o la admiración de los vecinos le quitaba rápidamente cualquier valor aduciendo “el mérito lo tienen los que van en las ambulancias o los que tienen que operar bajo las bombas, lo nuestro está chupado”. A nosotras nos daba abrazos de cosquillas o nos cantaba canciones más viejas que la tos antes de dormir. No nos dedicaba mucho tiempo pero nos pedía ayuda siempre que se ponía a cocinar y mientras pelábamos patatas o destripábamos calamares se interesaba por nuestras historias escolares y nos escuchaba de verdad.
La fría mañana en que salió del hospital después de una guardia desnudo a la calle, con su maletín en una mano, el periódico bajo el otro brazo, los calcetines granates y sus zapatos de cordones negros como única vestimenta tampoco creo que imaginara la irreversible sucesión de revoluciones carnales que con aquel simple gesto logró desencadenar. Claro que fue una casualidad que justo cuando le arrestó el primer policía municipal con el que se cruzó, una joven periodista pelirroja y su cámara se acercaran y grabaran las improvisadas pero muy solemnes declaraciones de mi padre:
_ Me niego a seguir trabajando en semejantes condiciones, a no poder atender a las personas de otros países sólo porque no tienen una tarjeta de plástico, a verles agonizar en la sala de espera –aquí se detuvo unos instantes con la mirada perdida- cuando han tenido que cruzar el mar en patera. Estoy tan harto que he decidido salir en bolas a la calle, a ver si así alguien nos ayuda a detener esta injusticia.
Mamá y nosotras nos enteramos cuando a la hora de comer nos llamó desde la comisaría, recuerdo que mamá dijo que debía tratarse de una broma y que a nosotras nos dio por reírnos. Ese día papá salió en todos los telediarios y los siguientes en las portadas de prensa. “Jefe de servicio de urgencias protagoniza original protesta nudista contra los recortes y la discriminación en la sanidad pública”. “El doctor nudista denunciado por exhibicionismo dice que lo hizo por solidaridad con las personas indocumentadas”. A la mañana siguiente otras dos médicas hicieron lo mismo seguidas de un director de instituto y varios maestros. Todos salieron desnudos a la calle, incluso una muy embarazada. Fue al tercer día cuando una de las policías que tenía que arrestar a los crecientes nudistas decidió desnudarse allí mismo y unirse a ellos, siendo arrestada por sus propios compañeros. Poco a poco el país fue llenándose de manifestantes que se exhibían desnudos al salir de sus puestos de trabajo, inicialmente, y en cualquier ocasión posteriormente, con pancartas variopintas. En el parlamento los políticos empezaron a debatir sobre la necesidad de reconocer el derecho a la salud universal y varios diputados se despelotaron delante de las cámaras.
Mi padre repitió el gesto en cada salida de guardia: las dos primeras le detuvieron y a la tercera ya le esperaban admiradores y periodistas en corrillos, todos desnudos y dispuestos a impedir que le volvieran a arrestar. Llegaba a casa desnudo, se quitaba los zapatos, se ponía el pijama de cuadros, descolgaba el teléfono e intentaba dormir tras la guardia como si no fuera él el artífice de la protesta nudista. Seguía estudiando todo lo que podía.
Conforme fue entrando la primavera la gente empezó a disfrutar de la desnudez, no ya como protesta sino como forma de salir a pasear y relacionarse. Se formaron grupos de aficionados al nudismo en cada pueblo, se juntaban en círculos en los parques a merendar, en las playas, en las terrazas y hasta en los cines. Bajaron las compras de ropa y de antidepresivos. La primavera nudista llegó a su apogeo con manifestaciones de miles de personas desnudas para deleite de los antidisturbios. Los abrazos cada vez se hicieron más largos y en las revistas se habló mucho de los beneficios del contacto piel con piel. Llegaron las elecciones, cayó el gobierno y los nuevos gobernantes despenalizaron el nudismo como primera medida y luego se enfrascaron en la reforma que permitió la atención sanitaria universal. Mi padre siguió recibiendo abrazos de desconocidos durante años, había gente que se desnudaba nada más verle pasar, pero él insistió siempre en quitarle mérito a su protesta original.
Ahora cuando nos hablan de aquellos tiempos en que nadie iba nunca desnudo por la calle pienso mucho en mi padre. Le pregunté hace poco como se le ocurrió. Me dijo que ni él mismo lo sabía, que no fue nada premeditado, que en aquella guardia vio morir a una mujer africana en la urgencia y se le antojó insoportable y que al cambiarse en el vestuario se dio cuenta de que no podía salir a la calle como si nada, así que salió sin ropa. Lo único que no esperaba, añadió, fue sentir semejante liberación.
12 comentarios en “Luces de papel”
Es que lo mismo vales pa un roto que pa un descosido !
Cuantos dones tiene Ibone…
Me gusta la gente que no solo escribe bien, sino que además tiene cosas que decir,cosas para hacer pensar.Te reto a que escribas una poesía y yo le pongo música y la canto…
un abrazo
sencillamente encantada con este reportaje y varios que ya he podido leer!!! llegue a tu blog leyendo informacion sobre los bebes robados y la fuerte crisis!! me encantaria poder intercambiar correos!!! soy de Venezuela una chica que se sintio super identificada con este reportaje y el inicio es impresionante! ser escritora no es tarea facial, diariamente nos transformamos en mejores o queremos mejorar como escritores. espero es un futuro ser excelente en esto!!! saludos Ibone
Ibone, me ha sorprendido gratamente leer tu relato. Me encanta la sencillez y la fuerza que tienen estas ideas. Un abrazo.
Fresco, simpático y con un buen mensaje muy humano, enhorabuena Ibone! sigue disfrutando de tus relatos 😉 y de compartirlos.
Me ha encantado, atrapa y entretiene hasta el final. Mérito que no muchos de los que escriben profesionalmente logran. Gracias. .
Carolina
GENIAL!!!
Gracias Ibone! me has conmovido…hermoso relato. Un abrazo desde Argentina y continua regalandonos tan bellas historias
Muy bonito tu texto, Ibone. Tiene lo que hay que tener para lograr que sea un relato que guste leer. Adelante con la literatura que da muchas satisfacciones!
Hola, Ibone, soy Manolo
Me alegro mucho de haberte conocido. Me debato en la duda de si abandonar, o seguir, porque lo de escribir, ¡engancha!
Un abrazo muy grande.
Ji,ji!! Lo malo es que ahora nos pueden poner hasta 30.000 euracos de multa!! Gracias por las risas, Ibone, gracias por la esperanza que envuelve este relato. Besotes mil!!
Un bello relato que me ha enganchado hasta el final. Por favor sigue escribiendo.
Precioso y refrescante, que placer, desnudos y abrazos. Gracias Ibone.