Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres.Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que unoentre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba yle contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.
Momo, Michael Ende
Siempre regreso a ella, a Momo. Mi libro favorito. Abrir sus páginas y volver a leerlo me trae la quietud, como si Momo al fin y al cabo también me escuchara a mi.
Mi deseo de escribir. Mis dudas, mis miedos y mis alegrías. Mi sensación de andar en círculos por un absurdo laberinto. Tan difícil vivir a días y a ratos, tan simple y bonito otras veces. A menudo me siento yo también secuestrada por los hombres grises que persiguen a Momo: sin tiempo, sin calma, sin escucha. Extrañando a las amigas que también parecen ir corriendo en pos de ¿qué? Todo parece haber cambiado desde que internet se instaló en nuestras vidas. A veces me invade la nostalgia, echo de menos aquellos días en que nos encontrábamos por la calle o nos pasábamos a buscar para pasar la tarde en un parque. Más conectados que nunca en teoría, y sin embargo nos cuesta encontrarnos, o al menos a mi me cuesta. Con el móvil en la mano y el portátil encima de la mesa, dándome cuenta del tiempo que hace que no nos juntamos, que no merendamos, que no nos encontramos. Preguntándome que hice mal, sin más pista que la ridícula falta de tiempo.
La escucha de Momo. La infancia y su tiempo que siempre llevamos dentro. Me gusta imaginar al niño o niña que fue cada persona adulta que me cruzo. El tiempo vivido, el perdido, el anhelado, el robado.
Esta cosa es el tiempo.Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otra, en cambio, pasa en un instante; depende de lo que hagamos durante esa hora.Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón.Momo, Michael Ende
El libro entero está disponible, encontré el enlace en la wikipedia, Momo, se puede leer o descargar aquí: http://www.latejapride.com/IMG/pdf/momo.pdf
9 comentarios en “Momo y la escucha”
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Preciso Ibone!
Se lo leo a mis peques de 6 y 4 por las noches y ya estamos acabando, y están -bueno, más el de 6- enganchado y encantado de haber conocido el modo de estar y ser de Momo en el mundo, en ese mundo de hombres grises que me sorprendió, aún 30 años después, que cerca está del nuestro, y cómo me asusta dejarme atrapar -demasiado, ya que me se cazado pero espero con cierta conciencia- por esos banqueros del tiempo…
Un lindo retrato que me ha encantado leerlo a partir de esta entrada tuya, y que me ha gustado compartir con esta etapa presómnica con mis dos chicos.
Un abrazo por tu manera de ser y sentir, lo poco que te conozco te dibujo muy Momo!
Aunque tranquila, que procuro no idealizar ya para no decepcionarme, como la tormenta generada por tu Informe Amigas que no deja de ser un claro exponente de esta España plagada de Griegos y Troyanos que quieren vencer a toda costa, aún por encima de la verdad y la racionalidad amorosamente humanizada.
Una pena!
Bueno saberlo!
Como fan absoluta de Michael Ende en general y de Momo y La Historia Interminable en particular, saludo esta entrada, lúcida como todas las tuyas, pero que me hace reflexionar.
Siempre he pensado que ser médico era un poco ser como Momo. Que simplemente escuchando, estando, comprendiendo, acompañando, ya estaba haciendo MEDICINA, y así, con mayúsculas. Porque el encuentro real y verdadero entre dos personas ya es curativo. Gracias por recordarme que cada día hay que esforzarse por ser más Momo y no dejar que los hombres grises nos roben lo que es nuestro. ¡Un abrazo!
Un placer leerte.
Aquí otro fan de Momo.
Solo que yo recomendaría mejor leerlo en libro. Quizá sea deformación profesional…
Ayyyy…que gusto…para mi también es una de esas lecturas que me ayudan a conectarme con la vida.
Gracias por compartirlo
Momo siempre ha sido mi libro favorito… recuerdo la sensación de INTENSIDAD de ese libro, lo temiblemente real que es y lo frágil que resulta mantener el equilibrio en nuestra vida, entre el continuo correr y el realmente VIVIR… Como decía la tortuga: «Si quieres avanzar mucho, camina despacito…» Venciendo el miedo a dejar de correr, porque lo que nos perdemos si vamos a toda velocidad es mucho menos valioso que lo que dejamos atrás si caminamos poco a poco.
También es mi libro favorito. Lo leí por primera vez cuando tenía 10 años y me fascinó. Cada vez que lo leo, encuentro cosas diferentes, porque con cada lectura, en cada momento de mi vida, tiene un significado especial. Gracias por compartir esto. Me ha hecho conectarme contigo, virtualmente, más si cabe. Otra fan de Momo; otra persona que entiende que el tiempo y la escucha están en una misma.
Gracias por recordarme lo que puede ser una bonita relectura. Y es que ese concepto que el tiempo no se puede ahorrar, que el tiempo que ahorras en verdad lo pierdes es algo que siempre ha acompañado mi vida.
Supongo que si el cibertiempo es algo que sustituye un encuentro salimos perdiendo, pero si ese cibertiempo en realidad sustituye a aquella carta que leímas 2 semanas más tarde de ser escrita, que salva una distancia que de otra manera ahí estaría… pues entonces es un regalo.
Es un placer leerte.
Un abrazo
Inma