No sé cómo llegó hasta mis manos aquella imagen. Una fotografía de cinco niños durmiendo juntos en una misma cama bajo un ventanuco cubiertos con una colcha de colores. Debían oscilar entre los siete y los doce años, no parecían hermanos. La pared también estaba pintada en algún tono oscuro. Era una postal, al dorso venía el nombre del fotógrafo que creo recordar era francés. Me gustaba tanto que la usé de forro en varias de mis carpetas clasificadoras cuando era estudiante: fue pasando y así sobreviviendo un curso tras otro.
El caso es que estas vacaciones esa imagen ha vuelto a mi mente con fuerza. Esos niños y niñas durmiendo juntos plácidamente bajo la misma colcha y el sol entrando por la ventana.
Pasamos unos días en Ifre, en el encuentro de Jaca. La segunda mañana los chavales dijeron que se iban a la playa, y yo decidí acompañarles. Eran once niños y niñas, entre los dos y los quince años. Bajaban a paso rápido por el camino, a ratos acortando campo a través. El mar parecía cerca pero conforme nos acercábamos se iba alejando. El camino transcurría entre invernaderos y vertidos de basura descontrolados. Nos perdimos. En vez de a la playa llegamos a la orilla del mar, un vertedero incontrolado entre las rocas desembocando en el mar.
El paisaje me pareció desolador: toda esa tierra arrasada por ese modelo de agricultura intensiva, exhaustiva. Invernaderos en muchos casos abandonados, tierra sobre la que apenas crece nada después. La química de los pesticidas invadiendolo todo. Lo que hay que tragar, título del libro imprescindible de Gustavo Dusch, aquí deja de ser una metáfora. Los propios agricultores tienen en ocasiones que tragar un aceite para poder vomitar el pesticida que han ingerido mientras fumigan.
Las niñas lo preguntaron varias veces: ¿porqué tiran toda la basura por ahí?¿Porqué huele tan mal?¿Porqué queman tanta basura por el campo? Pensé en porque no aprenden esto en la escuela, porqué no se enseña la verdad de esta forma de producir alimentos. Porqué se siguen dando contenidos obsoletos en la escuela mientras el mundo y nuestros cuerpos se contaminan a velocidades irremediables e irreversibles. (El catedrático e investigador Nicolás Olea lo investiga y explica magistralmente).
La última noche los niños decidieron dormir juntos en la sala común. Por la mañana les vi, había cinco niños dormidos en tres colchones, entre medio de ellos también dormía Rosa Zaragoza. El resto dormían en otro círculo de colchones. Era casi la misma estampa que la postal de mi carpeta de bachillerato, la misma sensación al contemplar el sueño tranquilo y profundo de la infancia acompañada. Niños que duermen en manada, acompañados por la tribu. Lo natural termina siendo casi excepcional.
Después de perdernos entre los vertederos a la orilla del mar llegamos por fin a la playa: todos salieron corriendo hacia las olas y se metieron en el mar. Aún puedo escuchar sus gritos de alegría, sonidos que me van a acompañar este otoño. La vida mientras tanto.
11 comentarios en “La vida mientras tanto”
Pingback: III FORO LIBRE DE MATERNIDAD DE VIA LACTEA EN ASTURIAS | Ibone Olza
Pingback: Tiempo de silencio | Ibone Olza
Pingback: En el río de Jaca | Ibone Olza
Pingback: Maternidad, Paternidad y Vida | Ibone Olza
En mi pueblo también ocurre lo mismo…a veces el paisaje es muy desolador con tanto campo abandonado y tanto somieres de
colchones como puertas.
El relato de la excusión me ha traído a la memoría una novela de Gioconda Belli, se llama Waslala, preciosa, agridulce, realista y premonitoria.Niñas y niños, utopía, vertederos…
hasta pronto
paca
Hola Ibone, me ha gustado mucho este escrito. Siempre leo tus notas y me inspran mucho, inicié con uno sobre la belleza en las niñas y la industria mediatica que influencia dañinamente, me he quedado como una fiel seguidora desde entonces. Quería compartirte mi blog, me siguen muy pocos pero escribo con mucho amor, te dejo uno sobre niños, tengo algunos mas que quieza quieras echar un ojo. Soy de Nicaragua a propósito. http://mujerurbanablog.wordpress.com/2012/12/18/alma-de-nino/
Que bonito… Muchas gracias Ibone por tus reflexiones
que buenos recuerdos !
la lluvia cayendo y los niños afuera mojándose voluntariamente divertidos,padres y madres dentro de la sala haciendo biodanza.La noche que dormí con los niños pude comprobar como se lo pasaban los mayores,riéndose y charlándo hasta altas horas con el cuidado de hacerlo bajito para no despertar a los pequeños.
Siempre los talleres en verano tendrían que hacerse con los hijos, vaya como minimo los de verano…Rosa renaciendo
Me ha encantado Ibone. Qué mundo les dejamos a nuestros hijos? Y más vale que lo disfruten y cuiden. si seguimos así para los nietos ya no quedará nada 🙁
Gracias por devolvernos el lado luminoso de las sombras. Un beso mi querida Ibone. Isabel Aler