Hablamos tan poco de la muerte. Y cuando llega lo que sucede es parecido a lo que pasa con el nacimiento, como he comentado otras veces. No se preparan casi las despedidas, no se respetan los tiempos, no se permiten los abrazos prolongados, no se facilitan los duelos.
Una madre que perdió a su hija en el parto hace poco me contó como tuvo a la bebé más de tres horas con ella en el paritorio. Llorando, abrazándola ella y el padre, besándola, despidiéndose a la vez que comentaban cada detalle hermoso de su cuerpecito. Estos padres seguían con su pena pero les vi francamente bien, con un duelo que me pareció muy sano.
Recordé algo que he observado otras veces, que cuando las personas pueden pasar tiempo con su ser querido nada más fallecer, abrazarlo y tocarlo mientras va enfriándose muy lentamente parecen llevar mejor el duelo. Como si hubiera algo natural en todo ello, como si alguna sustancia o energía invisible pasara en ese momento dando fuerzas y serenidad. Una amiga acompañó a su abuela en la muerte este año y me contó con emoción como cuando las enfermeras al comprobar que la mujer había fallecido quisieron retirarla enseguida y mi amiga se negó y pidió permanecer allí con ella a solas más tiempo. Al fin y al cabo aun no había amanecido y no había prisa por llamar al resto de familiares. Mi amiga recuerda esa hora larga a solas con el cuerpo de su abuela como un momento reconfortante que le aportó mucha paz.
Ayer leí esta historia de una madre sobre el fallecimiento de su hijo Ty, de cinco años por un tumor cerebral. Todo el relato merece ser la pena leído y compartido. La historia entera está contada en el blog Superty, donde además se puede hacer un donativo para la investigación sobre el cáncer infantil. Me ha parecido importante compartir este bellísimo párrafo que he traducido libremente porque creo contiene toda una lección de amor sobre el calor de la muerte:
«El pequeño y bello cuerpo de Ty permaneció caliente durante un largo tiempo. No me lo esperaba. Su cabecita, su espalda, su tripa. Tan suave y caliente, reposamos nuestras manos allí durante no sé cuanto tiempo. Nos turnamos para sostener a Ty. Caminamos con él en brazos, besándole. Me sentía tan bien sosteniéndolo sobre mis hombros y besando su cuellito sin hacerle daño. Lou le estrujaba y le cubría de amor también. Finalmente, poder sostenerle y abrazarle sin hacerle daño resultaba hermoso. Nos quedamos juntos, solos los tres, durante las cinco horas siguientes o así antes de invitar al resto de la familia a unirse a nosotros. Siempre celebraré ese tiempo privado que tuvimos juntos. Después de un tiempo, Lou y yo le dimos un baño caliente. Lou le lavó la cabeza, yo los pies. Besamos su piel diez mil veces. Había tantas lágrimas en la bañera como agua, pero fue precioso»
23 comentarios en “El calor de la muerte”
Efectivamente, así fue como tuve la suerte de acompañar a mi abuela, así lo recuerdo y así lo llevo conmigo. Gracias,
Stella
Tuve una beba hace siete años, tenia tantos problemas de salud congénitos que ya estaba desauciada por los médicos antes de nacer. Apenas nacio fue a Terapia Intensiva, sobrevivio 16 días, y los médicos no podían comprender como lo lograba. Mi esposo y yo estuvimos con ella todo el tiempo. noche buena, Pasamos navidadm, fin de año y año nuevo junto a ella, le hablabamos y le dabamos besitos todo el tiempo. Tuve en brazos dos veces a mi hija, en el dia 9 de su nacimiento y fue una sensacion muy reconfortante, senti como si me hubieran delvuelto algo mio, como una mano o un brazo, algo que era parte enteramente de mi. Cuando en el dia 16 comenzo a agonizar. mi esposo y yo la tuvimos en brazos. le dijimos cuanto la amabamos y le dimos besos. Finalmente, mi bebe murio en mis brazos y nos quedamos con ella un rato largo, con mi esposo la cambiamos, le pusimos ropita linda y la peinamos. Cuando ya estaba fallecida y le quitaron el respirador, pude ver por primera vez completamente su carita preciosa. Era una muñequita. Nos quedamos con ella hasta que se enfrio el cuerpito. El recuerdo de ese momento de intimidad con nuestra bebe nos acompaña siempre e hizo más facil elaborar el duelo.
gracias de veras
Nosotros perdimos 3 y la lara nació de 6 meses con un kilo cuarenta y cuando ves esa cosita tan pequeña que lucha por sobrevivir le das toda tú fuerza y amor para que siga contigo y no se vaya de tus brazos
Hermoso artículo, Ibone. La vida también es muerte y hay que dejarle paso para transitarlo con amor. Tristes, muy tristes pero también hermosos los testimonios de los papás.
Gracias Ibone. Tu artículo me ha recordado la película «Gristos y susurros» de Bergman.
Gracias Ibone por tus palabras. Cuánta razón tienes cuando dices que lo que ocurre cuando llega la muerte es muy parecido a lo que pasa cuando ocurre un nacimiento. El año pasado nació mi segunda hija, en casa, en la cama y ante la presencia de su padre, su hermana y la matrona que nos acompañó. A los cuatro meses murió mi padre también en casa y también en la cama, esta vez con la compañia de su mujer y sus tres hijas (una de ellas yo). En las dos situaciones tuve una gran sensación de paz y de que las cosas eran como tenían que ser.
Gracias Ibone por tus palabras. La vida y la muerte van unidas, dos procesos muy importantes en el devenir de nuestra naturaleza impermanente. Tanto una como otra van ligadas, inseperables. Cuidar las dos, mimarlas con ternura, es entender nuestra esencia espiritual.
Saludos
Alberto, Un beso.
Precioso relato, triste pero precioso. Comparto contigo la idea de que no se preparan las despedidas. Hace un par de años murió el abuelo paterno de mi hijo «que el niño no vea nada» era la tónica general. Yo hablé con su padre y le dije «y mañana cuando el niño vea que el abuelo no está ¿qué le contamos? ¿una mentira?» Me avergüenza mentir a mi hijo. Mi suegro murió calmadamente y era una muerte anunciada, todos estábamos tranquilos, en casa, y el niño (5 años) vio a su abuelo en sus últimos momentos, y luego lo vio muerto. Le explicamos que estábamos tristes porque le queríamos mucho pero que los abuelos cuando son muy muy viejecitos se van al cielo. Para el niño fue natural, cuando lo ví un poco acongojado de ver al resto de la familia que llegaba entristecida, nos despedimos del abuelo al que no volveríamos a ver y nos fuimos a casa. Preguntó mucho sobre la muerte durante unos días y le explicamos en la medida que podía comprender para su edad, lo que significaba la muerte. Me regaló una de las mayores muestras de amor que nunca haya yo recibido…..»cuando tú y yo nos muramos, quiero que nos entierren juntos y yo mamando»
Los niños se muestran más naturales que los adultos si no les complicamos su visión con nuestra percepción viciada de las cosas importantes de la vida. La respuesta de tu hijo es un ejemplo, además de ser preciosa.
Olvidé poner mi nombre en mi comentario, disculpas.
Saludos
Victoria
Que gran lección de amor y respeto a la vida, a las personas, a nosotros mismos. Gracias Ibone.
Soy una madre que perdió a su bebé a las 24 hs de haberlo parido y comparto la paz que me acompaña, al haber arrullado, abrazado y despedido a mi bebé con la total ternura de habernos unido durante esas horas. Estábamos en la sala de neo de un hospital y nada nos perturbó, éramos nosotros tres unidos y fundidos en besos y abrazos. Cada vez que repaso el momento, voy por el segundo año y lo hago casi a diario,me reconforta el habernos regalado el amor y la calma, lo inexplicable de su muerte solo abrió paso a la ternura y el amor. Triunfó por sobre todo el habernos cruzado en esta vida. No hay ni una palabra para explicar lo que es perder un hijo, pero integrar la muerte con naturalidad y practicar siempre el contacto y el apego y el amor es lo que nos queda como sellos en la piel para cuando ya no nos tenemos.
En este otro caso los padres también se estaban despidiendo de él y sin embargo recupero la vida, Yo aluciné; http://www.youtube.com/watch?v=YEaW519ln_8&feature
Emocionante. Cuánto deberíamos aprender. Disculpa que cuente mi experiencia, pero es que al leer tu post la he revivido. Mi suegra pasó los tres últimos meses de su vida en nuestra casa. Cuando llegó el momento de su muerte encendimos la chimenea, pusimos a Serrat y estuvimos con ella abrazándola y dándole cariño. Murió abrazada a mi pareja. Al día siguiente nos juntamos toda la familia y organizamos una comida. Yo, mi pareja, mis hijos sentíamos la necesidad de acercarnos de vez en cuando a verla y a estar un ratito a su lado. Todo lo que vivimos durante esos tres meses y el último día fue una experiencia maravillosa y enriquecedora para nosotros dos y para nuestros hijos entonces adolescentes. Ojala todos pusiéramos morir así, de una forma natural y llena de cariño.
Gracias por tu artículo.
Un abrazo
Es precioso Noches de luna, me lo guardo en la memoria por si puedo ofrecer a mis seres queridos (vivos y muertos) algo así, yo también he contado mi experiencia con la muerte del abuelo y fue natural y muy enriquecedor para el niño. Gracias.
Es duro y hermoso a la vez…
Gracias Ibone, cuanta razon tienes,…poco a poco se van perdiendo ritos que ayudaban tanto al duelo….que bueno seria recuperarlos y rebelarnos a lo que muchas veces nos imponen
inevitable no llorar… increible….
Es difícil pensar en algo así, se me enchinó la piel al leerlo. Qué valentía y amor de esos padres.
Qué es la vida sino esto…
Os recomiendo ver la película «Hace mucho que te quiero», de Philippe Claudel. Ya sabréis por qué.
Gracias una vez más, Ibone.
Es conmovedor y un enorme aprendizaje… imagino que conoces también la historia de Paloma y de Kai http://paideiaenfamilia.blogspot.com/2010/11/cuando-un-hijo-se-va.html … conciencia, amor, repseto, intimidad… emoción.
Gracias mil por acercarnos la muerte,
Gracias Ibone, es hermoso…
Que precioso relato… cuánto amor