El rey que mataba elefantes (cuento infantil)

Erase una vez una princesita morena y de ojos castaños llamada Violeta. Vivía en un palacio con sus padres los príncipes y su hermana pequeña. A Violeta, que tenía seis años, le encantaba pintar, bailar y patinar. Un día su madre la princesa le dijo:

Violeta, vayámonos al hospital a ver al abuelo que está malito.

El abuelo de Violeta era el rey de aquel pequeño país. Violeta le preguntó a su mamá porque estaba malito el abuelo y ésta le explicó qué había tenido un accidente cuando estaba cazando. Entonces Violeta le preguntó  a su mamá que cazaba el abuelito y ella le contó que  mataba elefantes. Cuando llegó al hospital y vio a su abuelo lleno de vendas y con la pierna colgada en lo alto Violeta sintió mucha pena. Ella quería mucho a su abuelo, así que se le acercó, le dio un besito y le preguntó:

Abuelito: ¿porqué estabas matando elefantes?

El rey estaba muy dolorido y no respondió.  Entonces Violeta insistió:

–  Abuelito: ¿tú cuando eras un niño como yo querías matar elefantes?

Una vez más el rey calló, aunque a Violeta le pareció que le estaba escuchando con mucha atención. Así que volvió a preguntar:

– Abuelito: ¿el elefante que mataste tenía una mamá elefanta?

Y entonces sucedió. El rey comenzó a llorar. A lo primero fueron dos lágrimas que rodaron lentamente por sus mejillas. Pero luego el llanto fue a más y se desbordó como un torrente. El rey empezó a llorar desconsoladamente y sus lágrimas caían a borbotones por su cara y su nariz. Lloraba y lloraba todo lo que no había llorado en su vida entera, que era mucho. Sintió que volvía a ser el niño pequeño que jugaba a subirse a los árboles  y sollozó al rememorar el miedo que sintió cuando por primera vez en su vida alguién puso una escopeta en sus manos. Echó de menos a su madre y se acordó de cuando teniendo ocho años le prohibieron llorar porque iba a ser rey y le separaron de su madre. Siguió llorando a moco tendido, con tal intensidad que en seguida llegaron los médicos e hicieron salir a Violeta de la habitación y prohibieron al resto de las visitas pasar. «No debe hablar con nadie» escribieron los doctores.

El rey lloraba y lloraba pero Violeta no tenía ni idea de porque lloraba su abuelo. Preocupada volvió a su colegio  y al llegar a su clase se lo contó a su maestra y a sus compañeros:

Mi abuelo está en el hospital porque se ha hecho daño matando un elefante. ¡Y ahora está muy triste y no puede parar de llorar!

Los niños de su clase también se pusieron muy tristes al saber que el abuelo de Violeta había matado un elefante. Le preguntaron a la maestra que podían hacer ellos para que nadie más nunca matara ningún elefante y se pusieron entre todos a pensar. Entonces una niña dijo en voz alta:

– ¿Y si le escribimos al abuelo de Violeta y le decimos que no hay que matar elefantes?

Y otro niño dijo:

¡Eso! Y como es el rey, ¿que tal si les decimos a todos los niños y niñas del país que le escriban también?

Fue dicho y hecho. Aquella misma mañana se organizó una inmensa cadena de cartas. Los maestros y maestras del colegio avisaron al resto del país que había empezado una campaña para escribir al rey pidiéndole que no matara más elefantes. En pocas horas comenzaron a llegar montañas de cartas al hospital. El rey leyó una carta tras otra y poco a poco dejó de llorar. Entonces hizo venir a la prensa y delante de las cámaras hizo la siguiente declaración:

Yo que fui un niño pacífico y bueno; no entiendo como pude convertirme en alguién capaz de matar elefantes. Por eso he decidido presentar mi dimisión como rey y os pido ayuda para entender que pasó con el niño que fui, ya que necesito urgentemente encontrarlo dentro de mi. Creo que llevo toda mi vida echando de menos a mi madre. ¡Mamaaaá!

Entonces todos los periodistas sorprendidos fueron al palacio de los prínicipes y le preguntaron al padre de Violeta:

¿Como se siente usted al saber que es el nuevo rey? ¿Usted también matara elefantes?

Y el príncipe amablemente respondió:

Yo no quiero ser rey. Toda mi vida quise ser embajador, y mi mujer no quiere ser reina, sino volver a ser lo que siempre fue: periodista. Mi hija Violeta se pasa el día diciendo que de mayor quiere ser bailarina o veterinaria y yo no quiero que ella pase por todo lo que tuve que pasar yo. Así que hemos decidido que  ¡colorín, colorado, este cuento se ha acabado!

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23 comentarios en “El rey que mataba elefantes (cuento infantil)”

  1. QUé bonito cuento para la reflexión. QUé excelente lectura de la falta de afecto en la infancia. Como hija y como madre siento que tantos niños sufran la falta de madre y de lágrimas en su infancia
    Gracias por compartirlo

  2. Pingback: La República de las niñas | Ibone Olza

  3. Vaya por delante mi enorme animadversión por todo lo relacionado con la caza, pero esta avalancha de críticas hacia el rey por haberse ido en viaje privada de caza a Botsuana me parece fuera de lugar. En realidad ha sido una excusa tonta para abrir (si es que ya no estaba abierto) el debate rey sí/rey no, porque decir que con los tiempos que corren con el tema de la crisis el rey tiene que dar ejemplo, yo me pregunto: ¿ejemplo de qué? Dar ejemplo es tener una conducta ejemplar, pero desde mi punto de vista él debe de ser ejemplar en todos los actos públicos a los que asiste como rey, y en su vida privada tiene que por lo menos aparentar que no es mala persona. Irse a cazar elefantes no es de ser mala persona, no acabo de entender lo que tiene de divertido salir a matar a un animal, pero no es de ser mala persona, de la misma manera que pescar no es de ser mala persona. A diario mueren muchísimos animales en mataderos, animales que son criados a menudo en condiciones infrahumanas. Ahora, si entramos en el tema de la pasta que cuesta ese viaje, pues él tiene una asignación que administra como le parece, como es natural. Si quieres podemos entrar en el debate de si cobra demasiado dinero, pero decir que con los tiempos que corren no debe de hacer viajes privados tan costosos eso es demagogia pura y dura. De la misma manera, también sería demagógico decir que yo soy mala persona por comprar caviar siendo así que hay tanta gente muriéndose de hambre en el sentido más estricto de la palabra).

      1. Mi padre ha estado matando durante muchos años peces indefensos por placer y que no tenían ninguna manera de defenderse, eran engañados vilmente con un gusano en el anzuelo, que estando todavía vivo era atravesado por el anzuelo de una caña de pescar para servir de reclamo a los peces, y te aseguro que mi padre no es una mala persona.
        Con la que está cayendo y con lo desgraciados que han sido nuestros gobernantes super solidarios, que no se van a Botsuana a cazar elefantes pero nos han dejado al borde de la quiebra, me importa un pimiento dónde se vaya el rey si ello no supone un suplemento económico que tenga que salir de todos los españoles. Por cierto, los casos de corrupción de los últimos años nos han costado a todos mucho más de 5000 euros. Me estoy cansando de tanta demagogia, caray. Y digo todo esto desde la admiración más absoluta hacia Ibone Olza y sin ningún tipo de acritud, de buen rollo. Besos.

    1. Matamos animales en los mataderos para comer, animales que no están en peligro de extinción, y desde luego me parecería alucinante que me dijeras que ese detalle te parece que se puede pasar por alto. Otro debate sería el de como viven dichos animales antes de convertirse en alimento para el ser humano, no mezclemos temas porque se trataría de otro debate muy diferente al del Rey y su comportamiento.
      Por otro lado, SI, los gobernantes nos han dejado con sus robos y chanchullos un país en la quiebra, pero eso no deja de lado la idea de que quizás prescindir de la figura real suponga un alivio para el país, ya que sus sueldos los pagamos los españoles. ¿O es que también están sufriendo recortes como los de los sectores de la sanidad pública o la enseñanza?

    2. Creo que hay algo más profundo e importante en el cuento que la asignación económica de un rey o el hecho de salir a cazar. Es la infancia perdida de todo aquel ser humano al que se le ha determinado incluso desde antes de nacer, adiestrandole, sin tiempo más que para mimos justos.

  4. Una buena amiga republicana me reprendió un día por llamar «príncipe rubio» a mi hijo Nicolás, de dos años. Hace poco, él mismo me sorprendió pidiéndome que no le llamase «mi rey». Cuando esta noche le cuente el cuento de Ibone… no sé, me pedirán funda de edredón roja, amarilla y… morada.

    ¡Estupendo cuento, Ibone!

  5. Qué pena que el pasado 14 de abril, día de la república, lo perdimos todos hablando de un «mataelefantes», que no quiere decir «matadinosaurios» que se llamaban Manuel Fraga, estos vivían en Galicia y encima una vez muertos se les quiere homenajear…

    Buen cuento y hagamos caminos hacia la república 😉

    http://elblogbert.wordpress.com/

  6. Genial! Con tu permiso….: mañana mi hijo va a ir a clase con este cuento impreso en un folio. Además de ser precioso removerá las conciencias de niños y maestra!

  7. Me recuerda al poema de Ruben Darío: A Margarita DeBayle: «Viste el Rey ropas brillantes, luego hace desfilar, cuatrocientos elefantes, a la orilla de la mar…»
    Irónico
    (¿La Monarquía no tiene todo un equipo de imagen que les aconseje de las estupideces que cometen?)

  8. Magnífico Ibone! Que todos los colegios promuevan esa iniciativa de verdad sería maravilloso. Un sueño que podría convertirse en realidad…;-)

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