Lágrimas blancas. Así, con esa belleza poética, llaman algunas madres a la leche que producen sus senos después de unas de las experiencias más díficiles que como madre toca vivir: parir a un bebé sin vida. Tradicionalmente a esas madres se les solía suprimir la lactancia dándoles fármacos inhibidores o vendándoles los pechos. Pero siempre, en los márgenes del sistema, hubo unas pocas que rechazaban esas opciones y buscaban otras alternativas. La principal: donar esa leche a otros bebés. Casi siempre estas han sido madres de grupos de apoyo a la lactancia que precisamente por ello conocían de cerca los beneficios de la leche de madre para todos los recién nacidos y preferían buscar la manera de donar su leche.

Una de esas madres, Julia Vázquez Dodero lo cuenta así:

Estaba embarazada de 27 semanas cuando perdí a mi bebé. Dejé de sentir sus movimientos. Me tomé un vaso de chocolate caliente con un montonazo de azúcar para ver si reaccionaba y al seguir sin sentirlo me fui a urgencias. Allí me confirmaron que ya no tenía latido y me dijeron que tenía que dar a luz a mi bebé sin vida.

Y sí, aunque no lo parezca, ésta historia también habla de lactancia.

Me provocaron el parto. Estuve en el hospital unas 24 horas. Me ofrecieron una pastilla para cortar la lactancia. Yo ya había decidido que no me la iba a tomar pero, además, a la matrona se le olvidó marcarlo en mi historial, con lo cual el enfermero ni siquiera me la dio. Sentía que era casi lo único que podía controlar, permitiendo que mi cuerpo reaccionase como necesitara. Confieso que tenía la pequeña sospecha de que no me iba a subir la leche, al fin y al cabo no había llegado al final del embarazo y, en mi ingenuidad, creía que el cuerpo no se “iba a dar cuenta” de que había dado a luz.

Julia cuenta en el número 4 de la revista Muerte y Duelo Perinatal (que edita la asociación Uma Manita) como logró donar su leche y lo que ello significó:

Fue una experiencia preciosa. Me ayudó mucho poder hacerlo. Siempre digo que era como entregar un regalo importantísimo que Lola había dejado en mi cuerpo, así lo viví. Me acompañó mucho durante ese primer momento tan difícil del duelo, era un poco como honrar su visita y darle sentido. Y me ponía los pelos de punta pensar en los bebés que la iban a recibir. Las dos veces que fui al hospital, con mi nevera repletita de botes, oía los llantos de los minúsculos bebés prematuros que la iban a recibir y me emocionaba. En mi experiencia, poder donar la leche sólo tuvo efectos positivos. Siete litros en total! Mucha alegría dentro de tanta tristeza.

Después de esa experiencia Julia con otras mujeres y profesionales han creado el Proyecto Lola, para ayudar a otras madres a donar su leche tras la muerte perinatal. Lola hou hubiera cumplido dos años.

Un proyecto precioso, pequeño, e importante. Gracias Julia, gracias Lola. Como dicen en tu familia: siempre serás pequeña, querida y feliz.

 

 

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