Este mes de julio me he pasado a la ficción,y me he apuntado a un curso de creación literaria. Os presento a algunos de los personajes que estoy construyendo, agradeceré comentarios y sugerencias.

 

espaldaFue el que más firmemente se opuso. Cuando desde el juzgado les comunicaron que en lo sucesivo el intercambio de la pequeña Jimena R.L., de dieciocho meses de edad, entre sus padres se llevaría a cabo todos los lunes a las diez de la mañana en la comisaría el policía municipal Sergio Ramírez expresó sin rodeos su desacuerdo:

– ¡Es una barbaridad!, ¿cómo vamos a ocuparnos en comisaría de una niña de un año? No somos una guardería ni estamos para cambiar pañales. ¿A quién se le ha ocurrido semejante disparate? ¿Alguien ha pensado el miedo que le puede dar a una niña tan pequeña que su madre le deje en brazos de un desconocido (que lleva una pistola)? Deberíamos negarnos ¡No tiene sentido que desde la policía local tengamos que cubrir la privatización y desmantelamiento de los puntos de encuentro municipales!
De nada sirvieron sus quejas, o tal vez sí, tal vez fuera su insistencia en aludir a cómo se sentiría la niña lo que motivó que, encima, le encargaran a él la tarea.
– Al fin y al cabo tu eres diplomado en Trabajo Social_ le espetó el comisario jefe. El primer lunes que Jimena llegó a la comisaria en una desvencijada silleta empujada por su madre un cuarto de hora antes de la hora prevista, fue Sergio el encargado de atenderla, muy a su pesar.
Jimena venía impecable aquel día: su pelo oscuro recogido en dos pequeñas coletas a cada lado de la cabeza, con gomas del mismo color y pasadores con fresas, la cara recién lavada con olor fresco a toallita, las pestañas larguísimas señalando aquellos preciosos y -algo tristes, pensó Sergio- ojos negros, la boca más bien pequeña y aquellos dos hoyuelos a los lados vaticinando la belleza que desplegaría al sonreír. Camiseta blanca inmaculada, shorts rojos y zapatillas rojas también. “Está empezando a hablar, “contó la madre. “No dice casi nada pero lo entiende todo. Es muy importante que el padre le cambie el pañal cada dos horas porque ha estado muy irritada, y que le ponga la pomada que le he dejado en el bolso. Lleva también un cambio de ropa, pañales, galletas y su juguete favorito, ahora le ha dado por esta torre de cubos”. Jimena venía con una retahíla de instrucciones que la madre pronto interrumpió para echarse a llorar. “Disculpe, no lo puedo evitar, me cuesta horrores separarme de ella y me angustia pensar que su padre no la vaya a cuidar bien, con todo lo que me machacó a mí no me fío un pelo. Si al menos la lleva con su abuela…”
Sergio escuchaba atento sin poder dejar de contemplar a Jimena. Esta le había sostenido fijamente la mirada desde el inicio.
– Este señor tan grande que se llama Sergio te va a cuidar hasta que llegue papá_ le había explicado su madre. _Seeer-giooo, se llama Sergio.
A diferencia de otros niños Jimena no parecía estar nada asustada, ni mucho menos intimidada por su uniforme. Por el contrario le había clavado los ojos y luego había elevado la mirada para contemplar fijamente su calva y posteriormente su cara otra vez, como si no necesitara preguntar que eran esas marcas que recorrían su rostro para que Sergio sintiera nuevamente el disgusto que tantas veces le había motivado el recuerdo de su tremendo acné juvenil. Se había quedado en sus brazos tranquila y curiosa, haciendo que por vez primera Sergio sintiera que allí el interrogado era él.
A Sergio no le gustaban los niños. O no lo suficiente para ser padre, eso lo tenía claro. Mar inicialmente pensaba lo mismo, el problema fue que ella cambió de idea conforme pasaron los años conviviendo y finalmente le había dejado unos meses antes al constatar que Sergio no iba a cambiar de idea y que a ella se le estaban acabando los años más fértiles. No, no le gustaban los niños, pensaba Sergio. Era capaz de argumentar muchas razones para ello: el planeta ya estaba demasiado poblado de seres humanos y él no tenía ninguna gana de renunciar a sus paseos en bici, sus carreras populares y sus viajes con la cámara de fotos. Claro que la razón que nunca contaba era que los niños, todos, inevitablemente, le hacían recordar con demasiada nitidez el dolor de su infancia y la irreversible ausencia de su abuela querida. No, a él no le iban a pillar de ninguna de las maneras transitando nuevamente aquellas sensaciones desgraciadamente intensas. De algo le había servido estudiar Trabajo Social: había presenciado demasiadas veces como los intentos de reparar las heridas familiares terminaban aún peor que antes de que intervinieran los servicios sociales. Al menos en la policía municipal las cosas estaban bastante más claras: las normas, las jerarquías, las sanciones y los reglamentos que tanta tranquilidad transmitían a Sergio.
Aquella primera vez el padre de Jimena llegó enseguida, mientras la madre esperaba oculta en una sala anexa. Sergio apenas la tuvo en brazos unos brevísimos minutos y luego vio como el padre se la llevaba en la misma destartalada silleta hasta la calle, donde le esperaba una mujer rubia visiblemente más joven con camiseta de tirantes, chándal y plataformas. Les vio marchar y ya casi no pensó en la niña hasta que a las ocho de la tarde le tocó recogerla en la silleta: Jimena venía dormida. Camiseta llena de manchas, rodillas y sandalias cubiertas de polvo, y un escueto “ha estado bien” del padre: fue todo lo que Sergio pudo contar a la madre, que salió con ella pitando de la comisaria diciendo que mejor si no se despertaba allí y llegaba dormida a casa.
Poco a poco lo que inicialmente le había parecido un despropósito se convirtió en algo bastante más lógico. En la comisaria el padre de Jimena no llegó a maltratar a las profesionales que atendían a su hija, como había hecho previamente en la guardería y en el punto de encuentro municipal. Consiguió llegar a respetar la opinión de Sergio y en alguna ocasión incluso se sinceró con él hablándole de su propia familia. La madre a su vez se sentía más relajada al saber que era Sergio el que tenía que bregar con el padre de Jimena: estaba claro que allí no iba a montar ninguna escena delante de la niña ni amenazar a nadie. Mientras los adultos dejaban atrás niveles insoportables de tensión familiar y violencia Jimena pareció florecer: comenzó a decir frases de dos tres y hasta cuatro palabras y llegó el día en que se lanzó a los brazos de Sergio nada más entrar por la puerta.
Un lunes el padre no se presentó. Sergio y la madre esperaron durante casi una hora mientras Jimena correteaba por los despachos de la comisaria como si aquel lugar fuera un domicilio familiar. Por fin la secretaria trajo un fax del abogado del padre, en el que se informaba a la madre de que el padre de Jimena había sido detenido durante el fin de semana por tráfico de drogas y se encontraba incomunicado en prisión. Sergio se despidió de ellas de manera inesperada, besando el pelo de Jimena y abrazando a la madre como si fuera una prima de su propia familia.
Tardó semanas en darse cuenta de cuanto extrañaba a Jimena. Pensaba en el padre, en prisión indefinida por una ristra de delitos, y sentía rabia de pensar que ese tipo impresentable probablemente tendría asegurado toda su vida el cariño de su hija, esa niña tan preciosa.
Sólo entonces, al comprender la dimensión de sus celos tomó la decisión de llamar a Mar por teléfono y preguntarle:
– ¿Nos vemos?

 

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11 comentarios en “Construyendo personajes”

  1. Marta Clarós Gimeno

    qué bonito Ibone!! tiene mucho ritmo y desde luego qu engancha, yo también estoy intentado escribir algo intergeneracional entre mujeres (abuela-nieta)…. si un dia esta a la altura y me animo te envio un trocito.

    buen trabajo; felicidades!

    Date: Mon, 14 Jul 2014 16:22:14 +0000 To: mar_clar@hotmail.com

  2. Bonito, de momento no sabemos gran cosa de la madre y el padre, pero tengo más ganas de saber de esa infancia de Sergio; un personaje que engancha en seguida. Me ha «chirriado» que Sergio se quejaba de los recortes, pero según parece, el padre montaba cirio en el centro municipal de intercambio. ¿Puede darse que el lugar del cambio se de en una comisaría por algo así, o nunca? Y habiendo montado cirio el padre en guardería y mediador municipal, ¿seguiría el juez concediendo custodia compartida?. Lo que pregunto es por puro desconocimiento.
    Me encanta tu estilo.
    Saludos

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