Cada vez que dejo que mi hija, todavía una niña, salga sola a la calle caminando o en bicicleta, me recorre una leve inquietud. ¿Y si le pasa algo malo? Me cuesta sacudirme de la mente pensamientos horrendos y me doy cuenta de lo interiorizado que tengo el miedo a que le pase algo malo en la calle. Y luego constato que no debo ser la única: es muy raro ver niñas solas por la calle en este Madrid del siglo XXI. Tampoco se ven muchos niños, pero niñas solas creo que aún menos.

A mis hijos les gusta escuchar las historias de mi infancia: como bajábamos a la calle a jugar toda la mañana o toda la tarde y sólo subíamos para comer, merendar o cenar.  Siempre había una pandilla de niños y niñas con los que juntarse y jugar.

Jugábamos a construir, a explorar, a imaginar…Con muñecas o con bicis, con la cuerda o los patines, a hacer cabañas o a conquistar territorios, a veces nos adentrábamos en otros barrios. No estoy idealizando, no invento nada: todos los adultos sabemos que era así. Fue así. Hasta los deberes hacíamos en la calle, sentadas en un banco, mientras merendábamos pan con chocolate. ¿Y ahora?

¡La ciudad pierde los niños y los niños pierden la ciudad! Es lo que proclama el sabio y entrañable Francesco Tonucci, Frato para los amigos. La ciudad de los niños, su proyecto maravilloso.  Escuchando la conferencia que os cuelgo a continuación (dura 28 minutos, no dejeis de verla) me viene a la mente otro trabajo imprescindible cuyo título lo dice todo: El declive del juego libre y el aumento de la psicopatología en niños y adolescentes, de Peter Gray. A ver como logramos recuperar las plazas, las calles, las ciudades, para niñas y niños, los que son y los que llevamos dentro.

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8 comentarios en “La ciudad de las niñas”

  1. Yo vivo en un pueblo pequeño y tampoco me fío de dejar sola a mi hija, la acompaño al cole (a mí mi madre solo me llevó el primer día), al paque, …. no me gusta que vaya sola a ningún sitio. Y no soy la única que lo hace.

  2. Aurora Rovira Fontanals

    Para hacer las calles y plazas más seguras hemos de «estar ahi», disfrutarlas, ocuparlas.
    Gracias Ibone por este blog.

  3. La calle es más insegura que antes, no sólo por personas que agreden o secuestran la libertad, sino también porque los vehículos se han adueñado de ellas. Jugar en la calle supone rediseñar las ciudades para que no sólo niñxs, sino tambien cualquier persona pueda disfrutarlas sin peligros añadidos. He sufrido con mis hijas por lo mismo que Ibone y casi todas madres, y he gastado muchas horas para estar ahí proporcionando seguridad mientras se divertían. No obstante, su vida de niñas en ciudad grande no tuvo nada que ver con mi vida de niña en ciudad pequeña, donde el concepto de «parque» era inexistente y donde transitábamos por calles y plazas y portales (entonces no se cerraban) jugando a cualquier cosa y explorando el territorio, saliendo a las afueras donde había campos y yendo en bici kilómetros por carreteras secundarias. Echo de menos que las niñas y niños de ahora no puedan hacer eso. Y cuando llega la adolescencia y se van a veces a donde tú ya no sabes ni con quién… eso ya es otro temazo.

    1. estoy de acuerdo contigo.mis hijos tienen 6 y 7 años, y yo a su edad jugaba tranquilamente enfrente de mi casa aunque era una ciudad.ahora el barrio es tan diferente que eso es prácticamente inimaginable. una pena, porque a veces es muy dificil persuadirles para que no enciendan el televisor o las videoconsolas. es un horror realmente

  4. ¿Y has pensado también que muchas ciudades parece no quieren que l@s niñ@s formen parte de ella? Yo vivo en Aman (Jordania), y una de mis quejas es la falta de parques y jardines donde l@s niñ@s puedan corretear libremente. Ni siquiera las aceras están pensadas para los peatones y mucho menos para carricoches (o personas en silla de ruedas). En Lisboa pasa(ba) lo mismo…. Realmente triste.
    pd. En cuanto saque un rato veo el documental. Gracias por compartirlo.

  5. Como me encantaría poder dejar que mi hija disfrutara libremente en el parque pero muero de miedo de que le pase algo.. se ven cosas terribles, y lamentablemente, no podemos descuidarlos ni un segundo.

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